Y de aquí, ¿a dónde?

Difícilmente podríamos dejar de analizar el panorama de nuestra industria, hemos pasado algunos de los días más tormentosos que pudiéramos imaginarnos. No importa si nuestras empresas son grandes, medianas o pequeñas (y por supuesto que al hablar de nuestras empresas me pongo en los zapatos de mi jefe, después de todo, colaboro con él, en mi opinión —le guste o no— también es mi empresa desde el punto de vista que tengo que ver por ella y su bienestar, si la empresa progresa yo progreso y si le va mal… yo me hundo), todos vivimos días inciertos; no envidio nadita a los dueños y directores, quienes en algunos casos poco a poco vieron venir una serie de problemas mayúsculos o en otros, simplemente les llegaron de golpe.

Si somos empleados de una empresa en nuestra industria y súbitamente se detiene el trabajo, la compañía no tendrá recursos para afrontar los compromisos, por chicos o grandes que sean, es en este momento en el que nuestra institución requiere nuestro enfoque y compromiso, hacer y apoyar por la continuidad.

Los dueños forman una empresa por dos razones: 1) contar con una fuente de ingresos y 2) generar un patrimonio, en los tiempos actuales, como dueño puede ser mas rentable invertir en una institución financiera en vez de tener un negocio. No sólo por la crisis de salud, sino por aspectos fiscales, de seguridad y por supuesto, por tener que lidiar con nosotros como colaboradores. ¿Nos hemos puesto a pensar en lo que damos y en lo que recibimos de nuestra empresa?

Si somos el dueño, seguramente lo primero que se pierde es la tranquilidad, todo ese esfuerzo para crear un nombre, toda esa inversión y más temprano que tarde piensa en los compañeros de travesía, sus colaboradores, algunos que lo han acompañado por mucho, pero mucho tiempo, algunos que ha visto crecer y que ha apoyado en su desarrollo personal. Todo, todo está en riesgo. Lo peor no es eso, es la sensación de impotencia de no contar con otros apoyos mas que los que uno pueda conseguir.

La única oportunidad real es la adaptabilidad, la sangre fría para hacer un alto y analizar opciones, esto es lo que ha marcado a las empresas de nuestra industria en días recientes.

De esta crisis se desprenden muchas cosas, por supuesto es una re-valoración de ¿quiénes somos?, ¿qué hacemos en nuestro trabajo y en nuestra familia?. Otra es la posibilidad —o no— de adaptarnos a una necesidad forzada de cambio de hábitos. Hablando del ámbito profesional en nuestra industria, la oferta de cursos y seminarios rebasaba por mucho las posibilidades de aprovechar todo, por supuesto, es preciso aplaudir la solidaridad de muchas empresas y personas para apoyar y que otros encuentren formas de salir adelante.

Pero si algo queda absolutamente claro es el papel de la tecnología en el mundo en que viviremos y cabe aclarar que esto empezó con la conciencia individual y las acciones que hemos ido emprendiendo todos y cada uno de nosotros (yo confieso que me fui por la mas fácil, apoyar en todo lo que humanamente me sea posible a mi empresa). Este evento tan desafortunado ha enfatizado que el rol de la tecnología en nuestras vidas es más profundo que nunca, lo queramos o no,

El futuro de nuestras empresas depende de la adaptabilidad y la capacidad de respuesta a situaciones rápidamente cambiantes, el papel que podremos jugar en el futuro cercano dependerá de nuestro dominio de la tecnología.

Hace algunos años hablábamos de “convergencia” cuando TI y la industria AV se unieran en un punto que beneficiara a ambas. Ese tema se ha quedado muy atrás y hoy más que nunca se ratifica que es nuestra industria la que tiene la mejor oportunidad de aportar, tanto en la vida profesional como en la familiar y personal.

Somos el pegamento que une los estilos de vida con la tecnología.

En mi opinión el tema de fondo es la profesionalización, dejar de ser “los del audio” o ”los del video”, que cuando lleguemos a nuestras citas, los usuarios, clientes y prospectos se sienten a escuchar porque tenemos cosas importantes que decir, cosas que pueden enriquecer lo qué hacen y cómo lo hacen. Y para que causemos esa impresión, lo que hagamos cada uno de nosotros —los colaboradores en cada una de nuestras empresas— es crítico, dejar atrás la idea “me contrataron para…” y en su lugar aportar en todo lo que se nos ocurra o se nos solicite; tenemos demasiado en juego, los colaboradores y los dueños.

Conclusión

Seguramente se seguirán presentando momentos difíciles y de todos tipos, pero es posible salir adelante con dos elementos básicos, el primero es la capacidad de reinventarnos y el segundo, es tal vez el más importante, el factor humano, si nos lo proponemos, podemos ser muy eficientes y fregones, está en nosotros.

Desde aquí, mi reconocimiento a mi querido Federico, que me consta de primera mano que ve primero por su gente que por él.

Para contrarrestar la melancolía que por momentos nos invade, tenía que aparecer música que lograra un efecto contrario. Y salió a relucir uno de mis álbumes favoritos -My Song-, del cuarteto europeo de Keith Jarrett en el piano, Jan Garbarek en el sax, Palle Danielsson en el contrabajo y Jon Christensen en la batería. Salió al mercado en 1978 y es sencillamente fantástico en este grupo ¡el más chimuelo masca tuercas! Es un álbum que se ha convertido en una referencia del talento de sus artistas y en especial del trabajo en equipo. De los 48 minutos que dura el álbum (originalmente salió en vinyl) se disfruta profundamente cada segundo y para acentuar la fiesta musical, tenia que aparecer un whisky igual de poderoso y toco el turno a un Lagavulin 8, sabor profundamente ahumado y especiado, al disfrutarlo con “My Song” la pieza que nombre al disco, no puedo dejar de ponerme chinito, lo que hacen Garbarek y Jarrett es magistral.

¡De corazón les deseo que en cuanto tengan oportunidad disfruten esta combinación, es de las cosas que dan sabor la vida!

sergio.gaitan@gmeelectronics.com